domingo, 29 de mayo de 2011

Capítulo XXII

Esa mañana, extrañamente, el primero en despertarse fue Alonso; quizás por haber dormido tanto el día anterior o por el frío con que se presentó el amanecer, el cual era prácticamente insoportable. Vio que su amigo continuaba inmerso en sus sueños, por lo que optó por no despertarlo.
Hasta la casi difunta hoguera parecía tiritar.
Caminó unos pasos refregándose los hombros con los brazos cruzados y exhalando volutas de denso vapor por la boca. A unos pocos metros de distancia halló lo que buscaba, unos leños secos, los cuales cargó hasta arrojarlos, prolijamente, a las brasas. Con un creciente crepitar el fuego revivió y, con él, el calor.
El brillo y el sonido de las llamas despertaron al anciano. Al ver al muchacho en cuclillas y con las palmas de las manos, como empujando al calor nuevamente hacia la hoguera, dijo:
- Veo que te has apresurado en comenzar el día ¿Cómo te sientes hoy?
- Bien.- Contestó Alonso.- Me siento muy bien, renovado, con hambre pero bien.-
- Debemos procurarnos algo para comer. – Dijo Tiago mientras se sentaba en el suelo mirando fijamente al fuego.
- Todavía tengo pan y queso.- Comentó el muchacho, al tiempo que recogía su bolsa y hurgaba dentro de ella.
- ¡Ja!- Fue la contestación del viejo.
Alonso extrajo un trozo de pan y otro de queso que había mantenido como reserva. El verde y oscuro moho que cubría al primero, casi lo instó a arrojarlo lejos, pero se contuvo y lo depositó sobre una piedra. El trozo de queso no tenía casi moho pero de él asomó una gorda, blanca y satisfecha larva de mosca que, al parecer, estaba acompañada por sus hermanas.
-¡Ugh!- Dijo y lo arrojó a las llamas. – Podemos comer el pan.-
- Podemos comer el moho.- Replicó Tiago.- ¿Quieres morir retorciéndote? Es venenoso, casi todos lo son. Arroja eso lejos y aguantemos las tripas hasta que encontremos algo que engullir.-
Al rato, con solo unos sorbos de agua por toda ingesta, guardaron las mantas en las bolsas y, con ellas al hombro, emprendieron la caminata hacia el sur. Tiago iba por delante, como guiando. El joven lo seguía a pocos metros de distancia.
- Va a ser difícil que encontremos algo bueno para comer.- Dijo el anciano escrutando con su mirada el paisaje que los rodeaba, que era distinto al que habían recorrido unos pocos días atrás.
La vegetación era casi nula y todo estaba cubierto de rocas rojizas amarillentas.
- Podemos pescar.- Sugirió Alonso.
- ¡Beeeh! Ya basta de pescado, estoy asqueado de él. Continuemos y veamos si la fortuna nos provee algo sabroso más adelante.-
El joven, ya totalmente recuperado y con sus ideas más acomodadas que en el día anterior, consciente de las dudas que debía despejar, comenzó a interrogar al viejo:
- ¿Somos los únicos guardianes? – Dijo algo nervioso ante la responsabilidad que le generaría si la respuesta fuera positiva.
- No.- Contestó Tiago.- Sería imposible mantener el equilibrio con una sola línea de guardianes. Hay muchos, somos muchos.
- ¿Cómo nos reconocemos? –
- No conozco ninguna forma de hacerlo.- Respondió su amigo.- Quizás viendo a uno mientras practica un hechizo, lo cual es bastante improbable que suceda. Develar los secretos a alguien nos haría vulnerables. Aunque uno creyera que está en presencia de un guardián, nunca sabría si no se trata de un astuto maligno. He sospechado que algunas personas con las que me he cruzado eran guardianes, pero nunca me atreví a preguntarles y, si realmente lo eran, ellos tampoco lo hicieron conmigo.-
- Pero entonces ¿Cómo sabes que somos muchos?- Interrogó Alonso.
- Mi mentor me lo ha dicho.- Contestó Tiago.- Como yo te lo estoy diciendo a ti. Akunarsche creó muchas líneas de descendencia, como para que el número de nosotros fuera el suficiente. Se dice que vivió 128 años, tuvo tiempo para ello. “El libro” se encargó de multiplicarlas en su oportuno momento.-
Absortos en la conversación seguían caminando olvidándose del hambre mientras el sol se elevaba cada vez más. Muy pronto ella les llamaría la atención nuevamente.
- ¿Todos los guardianes son buenos?- Preguntó Alonso con una humildad que no le permitió definirse a sí mismo como poseedor de dicha virtud.
- La mayoría.- Respondió el viejo.- Si alguno no es así “El libro” se ocupa de encontrar la forma de eliminar su influencia.
- ¿Siempre lo ha logrado?- Interrogó la curiosidad del joven. - ¿Qué tan dañino puede ser un guardián desobediente?-
El muchacho estaba tan interrogativo como un niño de tres años. Tiago, con paciencia y a sabiendas de que ese diálogo era necesario para la formación de Alonso, luego de trepar con esfuerzo una roca grande que se interpuso en su camino, respondió:
- No tengo la respuesta a eso, supongo que él siempre logra detener a los descarriados, aunque mi mentor me contó una creencia, acerca de que una vez hubo un guardián que utilizó los hechizos para acrecentar su poder y por su propia vanidad.
- Y ¿Qué pasó?- Preguntó muy intrigado Alonso.
- Uno de sus seguidores logró detenerlo.- Respondió el anciano.- Pero ya era tarde. Muchos hombres han muerto por aquello, y lo siguen y seguirán haciendo.
El muchacho bajó la vista e interrumpió su interrogatorio. Avanzó durante muchos metros en silencio y pensativo. Ahora encontraba muchas respuestas a dudas que había tenido durante gran parte de su vida.
- ¿Él?- Atinó a preguntarle a su amigo.
- Si.- Respondió este.- Un guardián descarriado.
Alonso no habló más; Tiago tampoco lo hizo. Los escollos que encontraban ahora, durante la caminata, eran cada vez más difíciles de sortear. Grandes rocas seguidas de grietas les hacían esforzar continuamente los músculos de las piernas.
- Tendríamos que detenernos un rato y procurarnos algo para comer.- Dijo el viejo.
Alonso asintió.
- Si no hallamos otra cosa, mi hambre es tan grande, que no dudaré en utilizar nuevamente el hechizo de pesca.- Complementó el anciano.
Al muchacho le pareció gracioso este comentario y, viendo que el paraje donde se hallaban no mostraba signos de ofrecer animal comestible alguno, tomó una vara y se dirigió hacia el río.
- Está bien.- Dijo Tiago resignado.- Haré una fogata.
La tarea no le resultó fácil esta vez. No se veían árboles en las cercanías, solo alguno muy aislado a lo lejos. No había leña.
- ¡Mnnnn!- Dijo rascándose la cabeza.
Comer nuevamente pescado es un esfuerzo al que me está obligando el apetito, pero hacerlo sin cocer, es algo a lo que me niego, pensó. Se rascó nuevamente la cabeza hasta que, como si algo repentinamente lo hubiera empujado, se dirigió hacia el río con gran determinación. Recorrió la cima del barranco y, tal cual había pensado, en una grieta entre las rocas, encontró unos troncos secos que las aguas habían depositado en alguna crecida. Algo soberbio por su astucia regresó sonriente con el muchacho. Este lo estaba esperando con unos lucios.
- Veo que aun no has encendido el fuego.- Comentó Alonso burlonamente, como para bajarle los humos a su amigo.
- ¡Shhh!- Exclamó este, luego acomodando las maderas, dijo: Clesanaldame senín-
Al rato se encontraban sentados junto a la fogata y de los pescados solo quedaban las espinas.
Alonso se puso de pie, se frotó la barriga con sus manos y luego estiró sus brazos, como desperezándose. De repente se quedó inmóvil con la vista clavada en algo lejano.
- ¿Qué es aquello?- Preguntó con asombro.
El viejo se puso de pie y dirigió su mirada hacia donde lo hacía el joven.
- ¿Qué ves?- Preguntó. Su vista ya no era tan aguda como la que la juventud le proveía al muchacho.
- No se que es.- Contestó este.- Veo algo extraño en aquel lejano árbol.-
- ¿Cómo puedes ver que allí hay un árbol?- Preguntó Tiago ofuscado por su decadencia.
- ¡No tontees! Lo retó el muchacho.- Vayamos a ver de que se trata.-
Ambos se encaminaron hacia la planta en cuestión. A medida que se acercaban, la imagen extraña se les mostraba más detalladamente.
- ¿Qué es eso?- Preguntó ahora Tiago que ya lograba ver con definición.
Como si estuvieran observando una fatamorgana, vieron a un hombre pequeño, suspendido en el aire y con la cabeza hacia abajo.
No salían de su asombro. Con cautela se fueron acercando hacia él.

1 comentario:

  1. !Gambeta! en este ordenador te puedo comentar. En el mío, nada de nada, problemas y más problemas con Glogger.

    Esta imagen me evoca la CARTA DEL AHORCADO.
    Te sigo amigo, estoy algo pachucha y reposaré unos días. Pero te sigo, un abrazo y ánimos, este relato funciona.

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