viernes, 24 de septiembre de 2010

Capítulo XI


Abrió solamente el ojo que pudo, con el cual miró el techo de su cuarto, hasta que comprendió que estaba despierto, pero no intentó levantarse. Alonso sentía el cuerpo mucho mas pesado que lo habitual y como si estuviera amarrado al catre. Permaneció un buen rato así: inmóvil, pensativo. Unos insistentes golpes a su puerta lo hicieron salir de ese trance.
- ¡Alonso, Alonso! - Dijo la voz de Juana del otro lado.
Un simple “¡Adelante!” zanjaría la situación, pensó el joven, pero no hallaba la forma de comunicarse con ella, en ese momento.
Al rato la puerta se abrió y por ella ingresó Ximénez. Observó al muchacho, que lucía un monóculo morado y su otro ojo abierto, y dijo:
- ¡Ven, mi niña! Don dormilón ya ha despertado -
La joven entró en la habitación y vio el desvastado estado del muchacho.
- ¿Qué te ocurre, mi alma? – Dijo casi susurrando, para que no la oyera su padre - ¿Puedes levantarte? -
El joven negó con la cabeza.
- Deberías hacerlo, el movimiento te hará bien, además tienes que hacerte revisar ese ojo por el médico y averiguar como se encuentra Guillermo - Expresó Juana con preocupación.
Esta vez el muchacho asintió. Las mujeres, finalmente, lo dominan todo, pensó.
Ximénez, quien se había ido, regresó con un jarro con leche tibia. La joven ayudó a Alonso a elevar su torso y sentarse en el catre y, haciendo ella lo mismo pero de costado, acercó el jarro hacia la boca del joven. Este, con gran esfuerzo, lo fue bebiendo de a sorbos. Le dolía casi toda la cara. Cuando hubo terminado, la muchacha, con un lienzo mojado, le humedeció el rostro en las zonas que él y su dolor le permitieron tocar.
Con mucha dificultad el joven se puso de pié y, ayudado por Juana, salió hacia el comedor. Una vez sentado a la mesa no pudo probar ni un bocado de pan. Ella le ofreció otro jarro con leche que él bebió con lentitud. Espabilado y con el cuerpo algo más caliente, por el movimiento y la bebida, empezó gradualmente, a sentirse mejor. Ya no pensaba tanto en el dolor que sentía, sino que había regresado, con mayor intensidad, la preocupación por la salud de Guillermo.
Ya en la calle, con el sol otoñal a media altura entibiándole la frente, comenzó su camino hacia el convento. Esta vez la joven lo acompañaba. Iba aferrada a uno de sus brazos. De tanto en tanto apoyaba la cabeza en su hombro.
- ¿Quién querría hacerte daño? Y ¿Para qué? - Le preguntó Juana.
Alonso le contestó con el gesto que representaba la duda que él también tenía ¿Quiénes eran esos hombres que buscaban un libro que ya no existía? ¿Cómo habían sabido de su contacto con él? Se interrogaba.
Al pasar por la esquina donde lo habían atacado, vio la mancha parda rojiza de la sangre del villano muerto, sobre el empedrado. Más dudas y temores invadieron al muchacho ¿Qué habrán hecho con el cuerpo del muerto? ¿Estarán al tanto de lo sucedido los alguaciles? ¿Me estarán buscando? Se interrogaba. Miró a la muchacha, quien pasó por el lugar ignorando que fue el de los hechos. Mejor que no sepa, pensó.
En la puerta del cenobio se despidieron. Él, moviendo la palma de una de sus manos como simulando golpear una puerta, le dio a entender que lo esperara y que ya regresaría con noticias.
Cuando el monje médico lo vio ingresando por el corredor, le dijo:
- ¡Por Dios! ¿Qué te ha pasado, hijo? ¡Ven que debo revisar ese ojo! -
Alonso, meneando la cabeza, le decía que no. Que quería ver a su amigo.
El clérigo cerró la puerta de la habitación de Guillermo, del lado de afuera y, mediante una sana extorsión, le ordenó al joven:
- ¡Si no dejas que te atienda no verás a tu amigo! -
El muchacho cedió. Se sentó en una banca y se sometió al doloroso examen del médico.
- ¡Mnnn! No es grave, el ojo está fijado, puedes moverlo - Dijo.
Alonso asintió, casi sin inmutarse y miró al monje como preguntándole si eso era todo.
- ¡Ya está! - Dijo este - ¡Ve a ver a tu amigo! -
La imagen que vio dentro de la habitación hizo que se produjera un agradable estremecimiento en su cuerpo. El rostro de Guillermo se veía más turgente y los bubones apenas eran unas pequeñas máculas resecas.
- Está mucho mejor - Dijo el médico - Creo que se recuperará. Es decir, casi no me caben dudas acerca de ello, ha pasado demasiada peste delante de mis ojos como para no saberlo. Es un talavero fuerte y afortunado, muy pocos han salido vivos de esto -
El joven tocó la frente de su amigo, la temperatura era normal. Giró sobre sus pies, tomó de los hombros al monje y le dio un inesperado abrazo.
Corriendo hacia el exterior, se dirigió al encuentro de Juana. La joven, al verlo correr hacia ella pensó lo peor, hasta que pudo distinguir los gestos de felicidad en su cara. Al encontrarse se abrazaron fuertemente, no hacía falta que él dijera nada.
- ¡Gracias a Dios, gracias a Dios! - Repetía ella con lágrimas en los ojos.
Habría preferido que Dios, previamente, no lo enfermara. Pensó el joven.
Estuvieron un buen rato entre sollozos y festejos, hasta que él le indicó que debían separarse. Ella lo miró con extrema dulzura y, poniéndose de puntillas y besándole la frente, le dijo:
- ¡Volvamos a las labores! Nos veremos por la noche -
Al separarse, el joven, se dirigió a su lugar de trabajo. Tradujo un rato los escritos, al ritmo del granadino, pero la mañana casi había terminado, al poco tiempo se hizo la hora del almuerzo y este lo abandonó.
Alonso aprovechó para visitar, nuevamente, a su amigo. Luego pasó la tarde en el scriptorium, escribiendo a un ritmo que hacía poner nervioso a Jalif. La pila de hojas pendientes de traducir al latín era cada vez más pequeña hiriéndole el orgullo.
Letra tras letra se hizo la hora de retirarse. El muchacho consideró, ante lo sucedido, que no era prudente caminar solo por las calles bajo las sombras de la noche. La luna sería nueva y la oscuridad más intensa. Pasada un poco más de media tarde dejó los papeles, realizó una última visita a su amigo, el cual estaba mucho mejor, aunque todavía inconsciente y emprendió el regreso al mesón.
Esta vez realizó un recorrido diferente y no escatimó miradas precavidas en todas direcciones.
Al llegar más temprano que de costumbre a la posada, tuvo más tiempo disponible para estar con Juana. Esta vez en la cocina, ella estaba preparando un guisado. Entre carnes y hortalizas hablaba sin detenerse, la felicidad la embargaba. Él la miraba embelesado, cada movimiento de ella le parecía perfecto y gracioso.
Cada tanto se escuchaba, atronadoramente, la voz de Ximénez diciendo cosas como:
- ¡Apártate, tórtolo, entorpeces mi labor! - Y se retiraba entre risotadas, exclamando su “iavolaires”.
A Alonso no le molestaba eso, sonreía tanto como el dolor de su cara se lo permitía, había empezado a tenerle aprecio a aquel hombre.
Luego de la cena, la noche junto al telar volvió a ser maravillosa. No faltaron arrumacos, abrazos y los besos, que el argandeño soportaba con dolor y placer.
Cuando el joven, en la siguiente mañana llegó al monasterio, se dirigió, como todos estos últimos días, al lugar en donde estaba internado Guillermo. Le extrañó, en principio, no ver al médico por los corredores, siempre andaba por ahí. Al asomarse por la puerta se estremeció al no ver el cuerpo de su amigo sobre el catre ¿Habrá muerto? Se preguntó con angustia.
- Era hora que vinieras a visitarme - Dijo la voz del talavero detrás de él.
Al darse vuelta lo vio, de pie, sonriente y tambaleante. Alonso le dio un silencioso abrazo que causó un poco de dolor en la debilidad de Guillermo.
- ¡Detente, detente! Estoy mejor - Dijo su amigo – Pero muy débil ¿Qué te pasó en la cara? -
El joven, por el momento, evitó la respuesta. Estuvieron un largo rato juntos. Ante una nueva interrogación acerca del origen del moretón, Alonso escribió la historia del ataque sufrido, en un papel. Contó que lo interrogaron acerca de un libro, pero no dijo que conocía su existencia.
- Debe tratarse de un error- Sentenció Guillermo.
Alonso hizo señas de “puede ser”.
- Me ha dicho el médico que debo permanecer tres días más aquí, hasta que me recupere definitivamente - Dijo el talavero.
- ¡Hala, hala! Las visitas deben dejar descansar al enfermo - Ordenó el médico apareciendo repentinamente.
Los jóvenes se despidieron.

5 comentarios:

  1. Hooola amigo, !qué alegría!, Guillermo curado e inmunizado de la peste ¿funcionó el hechizo?
    La cosa se pone al rojo ¿quién y por qué atacaron a Alonso? El chico larguirucho me tiene intrigada...¿salvó él a Alonso? ayyyy.

    Gambetas tengo dudas sobre la época de la historia, citas "papas" o patatas, y llegaron a la península de América a finales del siglo XV.
    Deberé releer los cap. primeros.
    La Escuela de Traductores de Toledo floreció los siglos XII y XIII con Alfonso X el Sabio. La tolerancia entre moriscos, mudejares, hebreos permitió que se tradujeran los textos greco-latinos y botánica, medicina, ciencias... al latín romance y de allí los textos pasaron a las universidades de Europa. Después cae en decadencia dicha escuela y se instala en Toledo la sede de la Inquisición, con los Reyes Católicos, persiguiéndose a moriscos, hebreos y mudéjares, éstos huyeron un tiempo a la zona de Aragón. Fueron definitivamente expulsados el 1609. Hay dos fechas de peste en Toledo, el 1349 antes del descubrimiento y el siglo XVI. Las órdenes monacales con sus "scriptóriums" a finales del medioevo se instalaron cerca de las catedrales y universidades, franciscanos y, sobretodo, dominicos, que llevaban a cabo los juicios inquisitivos. Según la vestimenta que expones me inclino por finales de la edad media. En el s. XVI Toledo era capital del imperio con Carlos I y Felipe II, a finales del XVI Madrid es la capital.
    Los mudéjares en la edad média dejaron importante arquitectura en Toledo y en Aragón...Las dos fechas de la peste resultarían decisivas para situar la acción en una u otra, relacionada con el entorno social político y religioso concreto.

    Otra cosilla, cuando abres un diálogo __ nunca lo cierras con el guión, ejemplo: "-¡Apártate, tórtolo, entorpeces mi labor! Y se retiraba entre risotadas." ¿no sería mejor?: __!Apártate, tórtolo, entorpeces mi labor!__ Y se retiraba entre risotadas. O en este otro:- "¡Ya está mejor! Dijo este ¡Ve a ver a tu amigo!" así: __!Ya está mejor!__dijo éste y añadió__ !Ve a ver a tu amigo!
    Son detallitos, maneras y formas, a mí me dificulta un poco leer los diálogos.

    Amigo, a por el XII. Besitos muchos (te respondo a tu amabilísimos mensaje).

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  2. Natalí:
    cometí un error, copié y pegué el texto sin corrección. Ahora no digo que esté bien, pero está como me pareció correcto.
    La história transcurre 1370 y algo.
    Lo de la peste lo sabía, pero tengo que investigar si la enfermedad no existía, sin ser pandemia, previamente. Supongo que si. De no serlo al muchacho le habrá agarrado una gripe.
    Besos.
    ¿Los guiónes de los diálogos están bien ahora?

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  3. Me olvidé.Por mi profesión es terrible el error de las papas. Lo estudié en la facu. Gracias por eso.

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  4. Amigo, me pasa lo mismo, ni atino, y 4 ojos, ya sabes... Ahora leo bien con los guiones, pero es cosa mía esa pega, tu tranquiii.
    Espero el XII a tu ritmo.
    Espero dictamen de tu hijo...ayyy que pasea "el bosque..."
    Te respondí a tu mensaje y envié sinopsis troyana.
    Besitos muchos.

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  5. Te respondo aquí a lo de mi Quinto, el cual te saluda !ave!
    Su trabajo era por encargo si, como le sucedió a Miguel Ángel, a Velázquez a los artistas del románico, gótico, a los griegos... todo por encargo y ya ves, !!!la imaginación al poder!!!
    Nada de rutina, ponerle ganas al tema y poner la carne en el asador. Mi chico romano no aspira a tanto, pero dibujar, le gusta, como escribir.

    Espero, amigo Gambetas, la crítica de tu chico...espero, sin prisas, el XII. Besitos.

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