Estaba sentado el toro en una banca de la alba plaza, con sus patas traseras cruzadas una sobre otra. Sus gafas, para ver de cerca, se apoyaban sobre su hocico mientras leía entretenidamente un libro.
De pronto, al escuchar unos pasos, gira la cabeza y levanta la mirada por encima de sus lentes, al tiempo que reconocía la figura de su asesino acercándose por el blanco sendero.
- ¡Wenceslaoete! Dijo ¡Te ha llegado la muerte también!
El torero lo miró con mucho asombro. No esperaba semejante encuentro.
- ¡Qué a todos nos llega! Contestó.
- ¿Qué te ha traído aquí? Preguntó el Miura ¿Te ha corneado duro, finalmente, alguno de mis primos?
- No, tuve un ataque de gripe porcina al que no di mayor importancia, cuando al fin lo hice me internaron, pero para entonces era tarde y morí.
- ¡Vaya paradoja! Dijo el animal, tanto asesinar toros y terminó matándote la peste de una piara, debió haberlo hecho el mal de la vaca loca o la aftosa ¡Ja, ja! Podrías haber inventado las corridas de cerdos, así te habrías podido vengar de antemano.
- Los cerdos no son dignos de las lidias, dijo el matador.
- Ningún animal lo és, o todos los somos ¿Con qué derecho los matabas por diversión?
- La diversión no tiene nada de malo, ustedes son bestias. Deberías agradecernos. De no haber sido un toro de lid, habrías sido castrado y, gordo como un rey Momo, te habrían sacrificado a los dos años y comido en numerosas formas; en cambio yo te llené de gloria.
- Si así hubiera sido, lo cual es también cuestionable, habría muerto para saciar necesidades, pero tu gloria, tu supuesta gloria, fue para satisfacer tu instinto asesino y el morbo de quienes te aplaudían.
- Yo no te he asesinado, nos hemos enfrentado en franca lucha y te vencí.
- ¿Franca lucha? Yo no elegí pelear, no tenía motivo para hacerlo, me vi obligado a defenderme y en soledad; tu, en cambio, estabas con ese lapidario séquito de cobardes que no paraban de torturarme ¿Gloria? ¿Gloria? ¿Y qué gloria han tenido, desde tu punto de vista, aquellos hermanos míos que murieron por tu espada en tus prácticas? ¿Por qué ustedes son tan cobardes que no se animan a efrentarnos solos y sin haber adquirido destreza alguna, como yo los enfrenté?
- Hay toreros valientes que han muerto en las plazas de toros.
- ¿Si? Muy pocos. En cambio mis hermanos… Valientes…
Quien debe demostrar su hombría mediante la violencia no es valiente, se me hace que es impotente y que tiene problemas psicológicos.
- ¡Anda, torpe buey! ¿Qué sabes de psicología? Dijo el torero algo ofuscado, ustedes son simples animales, en nuestras manos está su vida y su muerte, y así debe ser.
- Puede ser que lo esté, aunque no tengan dominio sobre su propia vanidad y la estupidez de destruir por la destrucción en sí.
- ¡Calla! Si no existiéramos nadie podría protegerlos, serían presa de las fieras.
- Ya lo somos, contestó el bovino, ya lo somos. Pero si ustedes no existieran, solamente nos enfrentaríamos contra corazones nobles que matan solo por su supervivencia, nunca por placer ¿Tu crees que por ser animales no sentimos dolor, ni sufrimiento? ¿Has tratado de atacar un ternero en presencia de su madre? La vaca te encararía como ningún toro podría hacerlo. Solo porque no hablamos no significa que no sintamos, con tal criterio ¿Por qué no organizas un espectáculo en el que se torturen y maten bebés de tres meses? ¿Por qué lloran?
El torero, presa de cierta impotencia y enojo, decidió que no quería seguir mas con ese diálogo y dijo:
- Ya me cansó esta conversación ¿Qué gano hablando con una bestia? Deberé aprovechar que estoy en el cielo y seguir mi camino hacia el encuentro de algún viejo amigo, pariente o alguna otra persona con la cual dialogar.
El toro sintió un rapto de misericordia. Iba a quedarse callado, pero creyó que no debía ser él quien permitiera, a ese pobre hombre, vagar por todos los tiempos en vano. Lo miró a los ojos y dijo:
- ¿Persona? No hay ninguna en esta eternidad, este es el cielo del alma de los toros.
Acomodó sus gafas con la pezuña derecha y prosiguió leyendo el libro, mientras el torero se alejaba sobre las huellas de sus apesadumbrados pasos.
De pronto, al escuchar unos pasos, gira la cabeza y levanta la mirada por encima de sus lentes, al tiempo que reconocía la figura de su asesino acercándose por el blanco sendero.
- ¡Wenceslaoete! Dijo ¡Te ha llegado la muerte también!
El torero lo miró con mucho asombro. No esperaba semejante encuentro.
- ¡Qué a todos nos llega! Contestó.
- ¿Qué te ha traído aquí? Preguntó el Miura ¿Te ha corneado duro, finalmente, alguno de mis primos?
- No, tuve un ataque de gripe porcina al que no di mayor importancia, cuando al fin lo hice me internaron, pero para entonces era tarde y morí.
- ¡Vaya paradoja! Dijo el animal, tanto asesinar toros y terminó matándote la peste de una piara, debió haberlo hecho el mal de la vaca loca o la aftosa ¡Ja, ja! Podrías haber inventado las corridas de cerdos, así te habrías podido vengar de antemano.
- Los cerdos no son dignos de las lidias, dijo el matador.
- Ningún animal lo és, o todos los somos ¿Con qué derecho los matabas por diversión?
- La diversión no tiene nada de malo, ustedes son bestias. Deberías agradecernos. De no haber sido un toro de lid, habrías sido castrado y, gordo como un rey Momo, te habrían sacrificado a los dos años y comido en numerosas formas; en cambio yo te llené de gloria.
- Si así hubiera sido, lo cual es también cuestionable, habría muerto para saciar necesidades, pero tu gloria, tu supuesta gloria, fue para satisfacer tu instinto asesino y el morbo de quienes te aplaudían.
- Yo no te he asesinado, nos hemos enfrentado en franca lucha y te vencí.
- ¿Franca lucha? Yo no elegí pelear, no tenía motivo para hacerlo, me vi obligado a defenderme y en soledad; tu, en cambio, estabas con ese lapidario séquito de cobardes que no paraban de torturarme ¿Gloria? ¿Gloria? ¿Y qué gloria han tenido, desde tu punto de vista, aquellos hermanos míos que murieron por tu espada en tus prácticas? ¿Por qué ustedes son tan cobardes que no se animan a efrentarnos solos y sin haber adquirido destreza alguna, como yo los enfrenté?
- Hay toreros valientes que han muerto en las plazas de toros.
- ¿Si? Muy pocos. En cambio mis hermanos… Valientes…
Quien debe demostrar su hombría mediante la violencia no es valiente, se me hace que es impotente y que tiene problemas psicológicos.
- ¡Anda, torpe buey! ¿Qué sabes de psicología? Dijo el torero algo ofuscado, ustedes son simples animales, en nuestras manos está su vida y su muerte, y así debe ser.
- Puede ser que lo esté, aunque no tengan dominio sobre su propia vanidad y la estupidez de destruir por la destrucción en sí.
- ¡Calla! Si no existiéramos nadie podría protegerlos, serían presa de las fieras.
- Ya lo somos, contestó el bovino, ya lo somos. Pero si ustedes no existieran, solamente nos enfrentaríamos contra corazones nobles que matan solo por su supervivencia, nunca por placer ¿Tu crees que por ser animales no sentimos dolor, ni sufrimiento? ¿Has tratado de atacar un ternero en presencia de su madre? La vaca te encararía como ningún toro podría hacerlo. Solo porque no hablamos no significa que no sintamos, con tal criterio ¿Por qué no organizas un espectáculo en el que se torturen y maten bebés de tres meses? ¿Por qué lloran?
El torero, presa de cierta impotencia y enojo, decidió que no quería seguir mas con ese diálogo y dijo:
- Ya me cansó esta conversación ¿Qué gano hablando con una bestia? Deberé aprovechar que estoy en el cielo y seguir mi camino hacia el encuentro de algún viejo amigo, pariente o alguna otra persona con la cual dialogar.
El toro sintió un rapto de misericordia. Iba a quedarse callado, pero creyó que no debía ser él quien permitiera, a ese pobre hombre, vagar por todos los tiempos en vano. Lo miró a los ojos y dijo:
- ¿Persona? No hay ninguna en esta eternidad, este es el cielo del alma de los toros.
Acomodó sus gafas con la pezuña derecha y prosiguió leyendo el libro, mientras el torero se alejaba sobre las huellas de sus apesadumbrados pasos.
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ResponderEliminarAinggg, Gambetas, que este diálogo animaluno boyero torero me ha parecido muy divertido. ¿Habrán vaquillas u huríes en el Edén toruelo?
ResponderEliminarEn estas ¿a donde fue a parar el torero errante?
El cielo de los toreros viene marcado con una inmensa montera !mecachis!
Voto, que no prohíbo, las corridas de cochinos de bellota, fieros ellos, que si estocas bien, torero, te regalan un jamón XXL pata negrísima. En cuanto al sufrimiento, pos que pregunten donde el matadero porcino o pollino u ovejil, dicen que la "faena" entre el ir y venir amontonaos de los criaderos apretujados con mesecitos de vida los angelitos, lo menos son dos días y aluego falta a ver si el "mataor" te da de lleno con el máquino letal en el pescuezo. Eso dicen los interfectos, que también hablan ellos, aunque no sean tan famosos ni de casta ni cuatreños ni novillos ni de dehesa aristocrática a todo lujo triscando.
¿Qué lee el torito difunto? Ahí me reconcome la curiosidad, Lorca, Alberti, Hernandez, poetas de altos piropos taurinos o el Cossio ese que es el Quijote de las pintas y pelajes, vamos, la RAE taurina.
Olé Gambetas, me lo pasé de coña con tu divertido, bien escrito y chispeante relato, con su puntazo reflexivo. Te saludo con un besito, bienvenida a los Jueves que aportas mucho.
Hemos cohincidido en personificar al toro, estoy convencida que es el mismo de mi relato, jeje, el diálogo entre el toro y el torero fantástico, lleno de sarcasmo e ironías sutiles!!! ahhh, y lo que más me ha gustado es la foto de la entrada, lo que te dije, eres perfeccionista, está genial, miles de besosssssssssssss.
ResponderEliminarNatalia, leerte es hermoso, aunque necesito un diccionario,huríes, montera, interfectos ¿Qué me querrá decir el autor?
ResponderEliminarEl toro no lee nada, Nati, los toros, por lo menos los de acá, son analfabetos, como huerfano es mi abuelo. El semental (aha, te exita eso)mira en un diccionario Larousse, los dibujos y los mapas, si poder pasar las páginas, con las pezuñas, pudiere.
El torero erró eternamente por el cielo de los toros, en un infierno sin fuego pero con tierna alfalfa, si hizo vegetariano y ahora canta reggae.
Susus, a vos no te voy a decir mucho porque te considero una amiga, pero ¿Joder! me pasé dos noches escribiendo y corrigiendo y a vos te gusto la foto... Puse buscar en imagen, en Google toro gafas y fue la tercera que apareció.
La pena es que tu torero murio de una simple gripe y no poco a poco y sufriendo mucho como lo hicieron antes todos esos toros a los que habia asesinado por diversion y con saña.
ResponderEliminarBesos
Un divertido y acertado alegado has logrado con este frondoso relato. Lo he pasado muy bien leyendote (y me ha encantado la foto, jajaja)
ResponderEliminarabrazotes
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ResponderEliminarComo ya te ha dicho Susus parece que habéis estado con el mismo toro pero...ella lo vio antes porque aun estaba vivo jajaja. Me ha encantado tu relato, siempre es cuestión de ponerse en la piel del otro, llámese toro, vecino o vaca-tora, da igual, acaso el torero tuvo una visión o le vino alguien del mas allá para decirle que había estado en el cielo de los toros y estaban todos muy contentos de que les hubieran dado la gloria en las plazas, de que los hubieran humillado y torturado hasta la muerte…magnifico relato, quien sabe, quizás no sea todo fantasía, aplausos, mas aplausos y besosssss
ResponderEliminara cerca de la animalidad del ser humano...simplemente decir que negar tal hecho seria de gilipollas....
ResponderEliminara cerca de la superiridad del ser humano...simplemente decir que afirmar tal hecho es de gilipollas...
a cerca del cielo de los animales, incluido el humano animal, simplemente decir que es de gilipollas...
a cerca de...considero que existe tan solo el hecho del animal mas fuerte y del animal mas debil...punto.
por cierto, gambetas...ese final, ese final me ha encantadooooooooooo¡¡¡
saludazossss..