jueves, 19 de mayo de 2011
Capítulo XX
El primer y amargo sorbo le resultó al muchacho, casi imposible de tragar, por lo que, casi instintivamente, alejó el jarro de su boca.
- Debes hacer un esfuerzo y beberlo todo. – Dijo, casi suplicando, Tiago.
- ¡Es horrible! – Contestó Alonso.
- Lo se, ya lo he probado. – Replicó el anciano.
Quizás por la revelación de que su amigo había pasado por el mismo feo trance o por la confianza que sentía hacia él, el joven se sintió impulsado a continuar la acre ingesta. Frunciendo casi todos los músculos de la cara, poblándola de arrugas, de un prolongado sorbo acabó el contenido del jarro.
- ¡Puaj! – Exclamó antes de que se le produjeran algunas arcadas.
- ¡Ja, ja! Ahora a esperar. – Dijo Tiago.
¡A esperar, a esperar, a esperar! Retumbó, casi al instante, la voz del anciano en la cabeza del joven ¿Qué me pasa? Se preguntó.
Sus ojos se desorbitaron y sus pupilas comenzaron un zigzagueo espasmódico; todo lo que veía comenzó a tomar borrosas y sinuosas formas.
- ¿Qué me sucede? – Alcanzó a preguntar antes de que su consciencia perdiera toda percepción de la realidad.
Tiago, sin mirarlo, con una rama removió las ascuas que había parido la fogata, para avivar más las llamas.
- Has tomado un te de belladona. – Dijo con una voz que retumbó en la cabeza del muchacho. – Has perdido lo consciencia. Mi voz llega directamente a tu pensamiento, sin nada que interfiera entre ambos. Lo que debo decirte esta noche deberá quedar grabado en tu mente.-
El muchacho no podía analizar lo que su amigo le estaba diciendo, si bien su cuerpo estaba quieto, sentía que se bamboleaba y que no existía el frío, ni el calor, lo único que percibía era la voz del anciano.
- Eres un guardián de los hechizos.- Continuó Tiago. – Yo también lo soy y muchos, desde hace largo tiempo, lo han sido. Has nacido con el don de serlo y, al ser así, “el libro” te ha guiado hacia él, hacia tu destino. La principal virtud que define tu don reside en la bondad de tu corazón, en tu pureza de espíritu. Él casi nunca se ha equivocado en sus elecciones.
Como a todo guardián te ha incitado a destruirlo y tú has creído que lo hiciste luego de leer lo que en él estaba escrito. Hoy deberás aprender el legado de los guardianes. –
Alonso prácticamente no se movía. Recostado contra el tronco de la encina que le hacía de respaldo, con los ojos enfocados en un punto inexistente de la noche, continuaba, sin otra opción, escuchando lo que Tiago le decía.
- El libro nunca se destruye, solo cambia la forma de perpetuarse, lo ha hecho, a veces, en arcilla, papiros, papel y, otras, en pensamientos. En estos momentos “él” solo existe, para nosotros, en tu cabeza y en la mía. –
El viejo arrojó unos maderos más al fuego, los cuales ahuyentaron al frío unos metros más lejos y prosiguió con su charla:
- Uno de tus deberes como guardián es legarlo, perpetuarlo. A su debido tiempo, cuando sientas que así debe hacerse, deberás escribirlo nuevamente para que “él” encuentre al siguiente elegido, a tu sucesor.
Te preguntarás ¿Qué razón de ser tiene “el libro”? Yo también lo hice y he dudado y, a veces, sigo haciéndolo. -
Tiago calló un instante y volvió a remover las brasas con la vara.
- La naturaleza humana, de por sí, es destructiva; debe serlo para sobrevivir y para su bienestar. El hombre, para alimentarse, destruye animales y plantas; para procurarse una vivienda lo hace con los árboles, la tierra, las piedras. No se puede construir sin antes no haber destruido algo. –
La cabeza de Alonso se bamboleaba, suavemente, de un lado al otro y, de vez en cuando, se quedaba unos instantes recostada sobre alguno de sus hombros. Las palabras de Tiago recorrían todo su cerebro, para instalarse en él eternamente.
El anciano prosiguió:
- Esa naturaleza destructiva, a veces se desenfrena, se desborda y el hombre destruye cosas sin necesidad, a otros, a sí mismo. Si en el mundo imperara, solamente, ese poder destructivo la humanidad no existiría. Algo debe equilibrar esa fuerza caótica, algo debe frenarla.
Hace poco más de 3.000 años la raza humana vivía, por su propio desmérito, el peor caos por el que ha atravesado. Las guerras eran moneda corriente, la vida del prójimo carecía de valor alguno y, por un poco de comida o de sal, alguien era capaz de matar a otro. Eran frecuentes los saqueos, las matanzas a mansalva y las vejaciones. El poder destructivo estaba en su máxima expresión. Todo era sed de conquista y de poder y, para tenerlo, de igual manera que para comer y para construir, primero había que destruir.
La tradición de los guardianes dice que en Lagash, su ensi Gudea, en el templo de Eninnu, recibió el conocimiento de los hechizos. Bajo su influjo gobernó y equilibró la balanza. Propició el arte, la ciencia, la economía, el bienestar general y, sobre todo, la paz. Los conjuros le permitieron revertir situaciones desastrosas y crear en sus súbditos la esperanza. Produjo el resurgimiento del pueblo Sumerio.
Su habilidad y su secreto habrían muerto con él en el 2124 a. C., pero Akurnasche, un sacerdote del templo, quien contaba con la confianza de Gudea, escribió los hechizos en tablillas de arcilla e ideo la manera con la que estos se perpetuarían. –
Tiago hizo una pausa en su relato, miró hacia las estrellas que salpicaban con luz el betún de la noche y luego continuó:
- Creó a los guardianes.-
Dicho eso volvió a callar un instante y emitió un suspiro mezcla de orgullo y cierta resignación. Al salir de esa breve abstracción, volvió a arrojar un madero más a las llamas y continuó:
- Ningún hechizo fue concebido para hacer el mal, ni debe ser usado para ello. “El libro” fue creado para mantener el equilibrio, para evitar el fin. Él da las herramientas para hacerlo e indica donde y cuando utilizarlo. Aquella niña de la posada, a la cual reviví, no puedo saber para que misión está predestinada, pero estoy seguro que en algún momento cumplirá una función en la conservación del equilibrio.
Ordoño buscaba lo contrario, ya te hablaré, nuevamente, de los que persiguen “el libro” para utilizarlo para el mal. –
En este punto el anciano se sintió agotado, había estado hablando un largo rato casi sin parar y, aunque eso le gustaba, el trajín de la caminata de ese día, se hacía sentir en su energía. Sabía que Alonso pronto se desvanecería por el avance del efecto de la belladona, por lo que sacó fuerzas de donde no las tenía, para decirle a su amigo los últimos secretos que debería grabar en su mente, para que se convierta en un completo guardián.
- Deberás continuar la dinastía de los guardianes y proseguir la lucha contra los malignos. Tienes los hechizos guardados en tu memoria, ello, por si solo, no hace a “el libro”, son solamente sentencias mágicas, cualquiera que creyera que ellas funcionan quizás podría utilizarlas. En eso radica su peligro y es por lo que ellos lo buscan. El hechizo de resucitación, podría ser un arma terrible en una batalla librada por los malignos y, aunque su esencia no debería permitir dicho uso, no sabemos si así podría ser, si para ello se podría utilizar. Nunca ha sido probado para ese fin y sería peligrosísimo que eso pasara.
Lo que realmente hace a “el libro” son los tres hechizos de los guardianes, los cuales son unicamente transmitidos oralmente del maestro al discípulo; los que Akunarsche concibió, más allá de las enseñanzas de Gudea, y los que atesoramos en nuestras mentes solamente sus sucesores.-
Respiró profundamente y con su voz, ahora con un tono más circunspecto, como si lo que iba a decir a continuación fuera de suma importancia, continuó:
- Deberás escribir nuevamente el “libro”, puedes hacerlo como quieras y en el idioma que desees. Una vez que hayas terminado deberás lanzarle los tres hechizos, los cuales serán la llave de la perpetuación de los guardianes.
El primero, es el que lo convierte en mágico, en poderoso. Cuando culmines su escritura deberás decir “Bigormi ocal”.
El segundo es el que vuelve invisible lo escrito y habilita para leerlo, solamente a aquel a quien él elija para hacerlo y en el idioma que sea el apropiado, “Denugre amilae”.
El tercero y último es el que hace que busque a tu sucesor, el que permite que la tradición de los guardianes se perpetúe. Debes recordarlo bien porque es parecido al anterior, “Denugro ivanúa”.
Denugro ivanúa, resonó más levemente en los pensamientos de Alonso quien, cada vez, estaba más recostado sobre su lado derecho.
Tiago percibió esto y se dio cuenta que el tiempo de culminar su legado había llegado.
- Lo último que tendrás que hacer – Dijo para terminar. – será esconder “el libro”, lo necesariamente bien como para que no lo encuentren las manos equivocadas, pero no lo suficiente como para que no pueda hallarlo un nuevo guardián. Un día habrá un llamado y todo volverá a suceder.
Alonso, casi como si tuviera consciencia de que la misión había concluido, cayó sobre uno de sus lados y quedó acostado en el suelo.
Tiago lo cubrió con una manta, miró hacia el cielo con satisfacción, arrojó más leña la fogata y se sentó al lado de su amigo. El cansancio que sentía era muy grande, unos pocos minutos más tarde, sus parpados lo separaron de la noche.
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!Gambetas! eres la luna ocultándose en un conjuro, vas y vienes ¿te quedas?
ResponderEliminarMesiánica propuestas desde Gudea, ese con gorro plano, falda de lanas, mano plegada sobre la otra, su mirada es sosiego desde hace 3000 años.
El maligno, los elegidos, mal y bien, son ambos necesarios para crear energia, los contrarios se atraen. No creo en una "visión" unilateral, pero entiendo que fascine esa leyenda.
Sigueeeeeee, no te atranques que yo te espero desde las Cruzadas. Besitoooooo y ánimos.